Hoy vuelve a subir a escena "Hambre de piel" en La Maga Casa de Teatro. El momento histórico del país marca el texto del dramaturgo y director local.
El dramaturgo, actor y director de teatro Mario Carneglia regresó a escena con la obra “Hambre de piel”, que podrá volver a verse hoy en La Maga Casa de Teatro (Jujuy y Rivadavia), en dos funciones, una a las 19 y la restante a las 21.
La nueva producción de Carneglia relata la llegada de una profesora de comedia musical a El umbral de paz, centro de contención para indigentes, granja educativa y de rehabilitación para las adicciones.
Para cumplir con las necesidades de ajuste en la Secretaría de Educación, la profesora deberá conseguir que este lugar se autofinancie a partir del cobro de entradas a los espectáculos creados por los internos.
El espectáculo cuenta con las actuaciones de Marcelo Rigl, Clara Armayor, Lorena Parisi, Romina Pereyro, Mali Ardiles, Claudia Paris y Nicolás Maggi. Con vestuarios de Marina Taffarel, asistencia de Julieta Lencioni y la fotografía de Sofía Cedrón.
Carneglia, quien cuenta con otra obra en cartelera, “Escabeche de vinchuca”, habló con LA CAPITAL sobre “Hambre de piel”, una historia atravesada por la realidad del país, y sobre su estilo de hacer teatro.
– ¿Cómo aparece Hambre de piel?
– Hambre de piel es la reconstrucción de un texto que originalmente escribí en el 2002 y que se llamaba “Vienen por la tierra”. Después de muchos cambios que le hice, a partir de nuevas ideas que se me iban ocurriendo con el correr de los años y por haber usado el texto en trabajos de taller, aparece la versión final que estaba guardada en un rincón y que por el momento histórico del país vuelve a tener vigencia y me impulsa a encarar el montaje de la obra.
Es la décima obra propia que estreno en Mar del Plata, antes había trabajado mucho en adaptaciones y montajes de obras de otros autores, también he estrenado varios textos simples que escribía para los talleres de actuación que dictaba hace años en Maipú, Madariaga y otras localidades de la zona.
– ¿Qué aspectos vinculados a la realidad tiene la obra?
– La obra habla de la desigualdad, de la ambición, de la falta de escrúpulos de los que lucran con el hambre y la miseria. En este sentido es dramáticamente actual. Pero también se conecta con las necesidades individuales de afecto, contención y pertenencia que ya entran en una categoría de temas más universales, es en ese sentido una obra que toca un tema contemporáneo pero atravesado por una sensibilidad atemporal.
– ¿Necesariamente el teatro debe estar vinculado a lo que pasa, al hoy, a la actualidad?
– No necesariamente, en general pocas de mis obras estaban hasta hace poco relacionadas con un hecho actual, pero en este caso no pude evitar las resonancias entre nuestro país y nuestro mundo de hoy con las metáforas que se traslucen en la obra. Un artista es un ser humano atravesado por la realidad y a veces resulta imposible que los temas no se nos impongan. Tampoco es casual que esta obra se haya empezado a escribir en el 2002 y se retome ahora, lamentablemente. Es llamativo pero en los últimos años me cuesta muchísimo más escribir humor que antes, me pongo a escribir pensando en algo más juguetón e inexorablemente van apareciendo situaciones oscuras que no tenía pensadas, supongo que en ciertos momentos históricos esto es inevitable.
– ¿Considerás que encontraste un estilo, un modo de hacer teatro?
– Intento desesperadamente no repetirme en mis propuestas aunque evidentemente no lo logro del todo. Sí creo que hay ciertos elementos en común en todo mi teatro. Una mirada que tiene que ver con mi identidad, mis inquietudes y mi generación es reconocible en la poética de mi teatro. Hago un teatro que es el que me gusta ver como espectador, un teatro que no se toma demasiado en serio a sí mismo, que se permite lo simple y el humor dentro de un contexto que intentamos sea un poco más profundo y que busca proyectar algunas ideas o por lo menos algunas preguntas sin ponerse solemne ni pretensioso. Estéticamente si es más reconocible ese “estilo” casi siempre trabajo dentro de una línea que llamamos “realismo coreográfico” que utiliza recursos dramáticos combinados entre la fuerza emotiva y empática del realismo, con la claridad expresiva y la fuerza significante de acciones e imágenes definidas desde la precisión de partituras físicas y rítmicas.